El "efecto Mozart"
A principio de los noventa se
desarrolló el “efecto Mozart”, que vinculaba la música (sobre todo, la sonata
para dos pianos en Re Mayor K.448) con una mejora de las habilidades
cognitivas. De forma paralela en el mudo de las neurociencias se generó, una
importante controversia. Pero el potencial beneficio de la música de Mozart se
ha estudiado sobre todo en el campo neurológico de la epilepsia. Por ello,
hablaremos del efecto de la música en el cerebro, los antecedentes al inicio
del “efecto Mozart” y por qué se escogió la Sonata en Re Mayor K448 en todos
los estudios que derivaron.
Aspectos fisiológicos: el cerebro ante la música.
Para comprender que ocurre en nuestro cerebro hay que saber
que el entendimiento de la música se divide en tres etapas: percepción,
reconocimiento y reacción. En la percepción, el cerebro recibe la
información musical (tono, timbre, ritmo y melodía). El reconocimiento, asocia
varias estructuras encefálicas y los lóbulos temporales, bajo el principio de
cooperación de los hemisferios: el derecho reconoce, discrimina, actúa en la
memoria musical y sería el hemisferio más intuitivo; mientras que el izquierdo,
reconoce estructuras rítmicas y todas las funciones
técnicas de la música, siendo el hemisferio racional de los músculos y el que
más interactúa con el área del lenguaje. Dentro de la respuesta
habrá variaciones: los modos menores, asociados a temas musicales tristes,
activan áreas más extensas y se asocian con las emociones; por otro lado, los
mayores se asocian con música más alegre y brillante, asociándose con el
procesamiento de información coherente.
Pero la clave de la relación
cerebro-música, y en lo que se inició “el efecto Mozart”, es el efecto que
tiene sobre la plasticidad cerebral. Se ha demostrado que los músicos tienen un
25% más de corteza auditiva y además presentan un aumento en el volumen de
regiones cerebrales como el cuerpo calloso, el cerebelo y la corteza cerebral.
Nacimiento del “efecto Mozart”.
A mediados del siglo pasado, el
otorrinolaringólogo francés Alfred Tomatis afirmaba que una
persona puede reproducir con la voz aquello que haya sido capaz de escuchar, y
de esta manera, pretendía curar ciertos tipos de enfermedades neurológicas.
Tenía predilección en sus terapias por los conciertos para violín de Mozart, y
ha sido considerado el punto de partida del “efecto Mozart”.
Más tarde en 1993,
Rauscher y Shaw, de la Universidad de California, publicaron unos
resultados obtenidos al realizar pruebas a estudiantes universitarios divididos
en tres grupos en función de la música que escuchaban: música minimalista,
sonata para dos pianos K.448 de Mozart y silencio.
En el grupo a la sonata de Mozart se obtuvieron unos mejores
resultados en pruebas visuoespaciales y vieron también que la permanencia de
esa habilidad superior no se mantuvo en el tiempo, y tras 10-15 minutos desaparecían
los efectos. A partir de entonces el término “efecto Mozart” empezó a
aparecer en los foros científicos.
¿Y por
qué usaron música de Mozart?
Más
allá de los inicios de Tomatis, se ha demostrado que su música presenta una estructura que tiene una conexión directa con el
cerebro del oyente, al ser líneas melódicas mucho más repetitivas que otros
compositores, pero que no sucumbían en el aburrimiento de la repetición al
haber una gran organización musical intrínseca.
Y precisamente
este hecho aparece en la Sonata para dos pianos en Re Mayor K448. Si la analizamos,
su principal cualidad es la periodicidad. Al ser prolongada, lo que se repite no son solo notas, sino
melodías o motivos,
siendo de este precepto de donde se postula su eficacia para mejorar la
capacidad cognitiva. ¿Por qué? Porque existen periocidades fisiológicas igual
de largas como el patrón cíclico del sueño, las crisis mioclónicas o el
movimiento periódico de las piernas. Por tanto, los estímulos a estos mismos
intervalos podrían ser beneficiosos.
Tomate unos segundos y escucha la pieza
Después del estudio...
A raíz de Rauscher y Shaw, muchos autores se postularon en
contra, afirmando que los beneficios que supuestamente se habían obtenido (ya
que otros autores intentaron repetir el experimento y nunca salieron resultados
similares), se debían al mayor nivel de
alerta de los oyentes, ya que como se ha demostrado la música haría que
redujeran su estrés y así obtuvieran mejores resultados en las pruebas a las
que se les sometieron.
Pero también se publicaron trabajos que apoyaban al “efecto
Mozart”, ya que confirmaban las mejorías que se observaban en pacientes
epilépticos o en coma, comparando los resultados de la sonata K448 con otras obras.
Toda esta polémica se convirtió en
un boom mediático, ya que se confundió
otro estudio de Rauscher, en el cual los niños que estudiaban
piano desde pequeños presentaban una mayor capacidad de razonamiento espacial,
con el estudio de 1993. Finalmente, todo derivó en la conclusión de que
escuchar a Mozart haría a los niños más listos. Un “error” que llevó a un
aumento de las ventas, porque escuchar es más fácil y más barato que aprender a
tocar.
A pesar de todo ello, nuevas teorías
neurofisiológicas pretenden explicar el mecanismo por el cual la música (no
solo la de Mozart) puede ser beneficiosa para la función o para las patologías
cerebrales. Así las teorías más aceptadas son la teoría de la dopamina, la de
la resonancia, el modelo trion y la teoría de las neuronas espejo (1).
Pero los estudios no quedan ahí, ya que los datos de un metaanálisis publicado en 2014 sobre
12 estudios, observó la reducción de las descargas de la epilepsia en el 84% de
los pacientes, mantenida en el 25% y mejor respuesta de los pacientes con
epilepsia generalizada idiopática y mayor cociente de inteligencia (2).
Mis conclusiones
El hecho de que este efecto se hiciese popular por
una publicidad engañosa a raíz de las publicaciones de los medios afirmando que
aumentaba la inteligencia sobre los niños, no debe cegarnos de que la
bibliografía parece confirmar el gran potencial que tiene la música sobre la
neuroplasticidad cerebral, por ello, el verdadero “efecto Mozart”, el de los
estudios de 1993, tiene ese punto de base científica necesario para poder crear
una teoría completamente veraz y debido a ello han aparecido nuevos estudios
neurofisiológicos que parecen encontrar una explicación más científica.
Pero en esta clase de estudios es muy
difícil que no haya controversia, tanto por la falsa publicidad, como por la
alerta o los sentimientos que genera la música sobre el receptor y que puede
afectar a los resultados. Además, el hecho de que la música pueda “curar” aumenta
toda la polémica inevitablemente.
Pero la esencia de estos estudios está dentro de la
medicina, en la neurociencia, en intentar tratar la epilepsia, de una manera sencilla,
pero con un efecto neuroplástico increíble. Sería una terapia que podría añadirse a las existentes, sin contra indicaciones o efectos
adversos, por lo que conviene seguir investigando para que esto se pueda lograr.
Pero para ello, en un futuro los estudios deben alejarse del mundo mediático y buscar
una terapia porque, al fin y al cabo, ese es el objetivo de la medicina,
ayudar.
Para más información:
- https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/29696618?report=abstract
- https://www.researchgate.net/profile/Ramin_Sadeghi2/publication/258856057_The_Effects_of_Mozart%27s_Music_on_Interictal_Activity_in_Epileptic_Patients_Systematic_Review_and_Meta-analysis_of_the_Literature/links/0c96052942e906ff92000000/The-Effects-of-Mozarts-Music-on-Interictal-Activity-in-Epileptic-Patients-Systematic-Review-and-Meta-analysis-of-the-Literature.pdf
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